Siempre, en la medida de lo posible.

En la actualidad existen múltiples formas de familia, familias monoparentales, padres y madres divorciadas, familias con padres del mismo o de diferente sexo y un largo etcétera.

La configuración de la familia puede que afecte a muchas circunstancias de la vida, quizás a nivel económico o a nivel social. Es evidente que parte de la sociedad de nuestro país, y la de muchos otros países, aún no aceptan y/o entienden estos cambios que son irreversibles en las configuraciones familiares. Es evidente que ya solo son la antesala de futuros cambios que seguramente aún no podamos imaginar, preludio de una sociedad más tolerante y respetuosa con el diferente.

En lo que es seguro que no influye la configuración familiar es en la importancia que tienen los padres y madres para sus hijos e hijas.

Una madre y un padre siempre ostentaran un lugar privilegiado para sus hijos, un lugar de influencia al que no se puede renunciar. Los padres y madres influimos por acción o por omisión, por lo dicho o por lo que dejamos de decir, por lo que miramos, por cómo lo hacemos o por cómo dejamos de mirar. Es un lugar de gran responsabilidad, pero también un lugar que permite insuflar esperanza, certeza, fuerza y amor. Eso de lo que en algún momento se sentirá frágil nuestro hijo e hija.

Como profesional es muy importante contar como aliados con los padres y madres. Contar con ellos es como juagar al ajedrez con dos reinas y sin ellos, saber que estás en la partida, pero que tu reina ha caído o al menos de momento no se le espera.

En algunas ocasiones, la mala relación entre los padres hace muy difícil trabajar en conjunto, puede que no se puedan ver ni compartir espacios. Pero, aun así, siguen siendo importantes para sus hijos y entonces importantes para el buen desarrollo del trabajo terapéutico.